Cuadros con luz propia
De niña viví en el centro de Ancud, no muy lejos de aquí y recién en mi vida adulta aprendí a contemplar los atardeceres. A veces las rutinas secuestran las miradas.
Luego de habitar la Península de Lacuy hace ya casi cinco años, he observado muchos amaneceres, atardeceres, noches estrelladas y de luna, días de lluvia, granizo y niebla. He contemplado la luz del Faro Corona haciendo contrastar la siluetas de unos árboles en un potrero, he caminado pisando mi sombra alumbrada por la luna.
Vivir en el campo me hizo sentir que yo estaba dentro del cuadro y que tenía la responsabilidad de guardar esas fiestas de cambios bruscos de luz y color que delante de mis ojos se desparraman a diario; para que otros, que no las pueden ver sepan que existen.
La luz de Lacuy es única, es un lugar de grandes contrastes y en cada vuelta del camino hay una playa: las del norte miran al océano Pacífico y al canal de Chacao y las del sur hacia la calma de Bahía de Ancud.
Y hay otra luz: la de las personas. Gentes que viven en armonia con las estaciones del año, que escuchan a la naturaleza y sus ritmos, que arman sus rutinas para comer, construir o criar en completa libertad.
Mis vecinos son gente libre y generosa, siempre con tiempo de conversar. Gracias a su aliento llego y me voy y regreso siempre feliz a Lacuy.
Anelys Wolf
Estero el Dique, abril de 2024.