Una ciudad imaginaria a los pies de la cordillera.
La ideología del progreso se moviliza para alcanzar algunos estados, la estabilidad entre ellos. Como siempre, este principio de la modernidad está fundado en la contradicción: para lograr la estabilidad es necesario emprender cambios. La estabilidad no es entonces otra cosa que un espejismo, la ilusión de un charco de agua que se desplaza, alejándose en la misma medida que nuestro movimiento pretende alcanzarlo.
Benjamín Vicuña Mackenna, intendente de Santiago en los primeros años de 1870 ideó una ciudad estable y para ello emprendió una serie de cambios que 150 años después mantiene al espejismo en constante desplazamiento.
Su caso interesa por estar investido de un aura fundacional: bajo su gobierno la capital de Chile debía asumir un cariz moderno, desmontando sus cimientos coloniales. Interesa también por la escala expandida de su intervención: en términos espaciales, la ciudad imaginada por Vicuña Mackenna se extendía desde el valle del río Mapocho hasta la cordillera en la que nace el río Maipo; en términos temporales, sus pilares debían tener la antigüedad de la roca andina y acompañar las dinámicas geológicas hasta alcanzar la modernidad del acero importado en gigantes buques transatlánticos. En términos humanos, su intervención debía transformar la vida de todas las capas de la sociedad, unificando identidades y eliminando sustratos de insurgencia.
Entre las obras del intendente que han recibido mayor reconocimiento está el paseo Santa Lucía, transformación de uno de los característicos cerros isla del valle en parque urbano. Por su proximidad al centro de la ciudad, la elevación de granito y basalto tenía ya una historia de intervenciones que la había convertido en cantera, fuerte militar, cementerio, basural, refugio de rufianes y artistas, base de un observatorio astronómico e hito para demarcar el meridiano 0 de referencia para orientar la cartografía de un territorio nacional en plena expansión. Como una capa más de su suelo, se sumaba la infraestructura del notable parque inaugurado en 1874, origen del pulmón verde que actualmente delimita el acceso norte del centro de la ciudad.
Otra acción, incluso más trascendente, aunque menos reconocida, fue el impulso que el intendente dio a los proyectos de embalse en las depresiones del Cajón del Maipo. A la historia geológica que da forma a estos pliegues de alta montaña, por donde han fluctuado glaciares, ríos, lagunas, lava, fósiles y piedras, su gesto sumó la maquinaria y el concreto para construir inmensos muros de contención de agua y acueductos de irrigación de campos y ciudades que hasta hoy no cesan su expansión.
La estabilidad fue el argumento con que el intendente justificaba estos dos proyectos que son, en realidad un solo e inmenso plan de integración de las formas de la tierra a las infraestructuras concebidas por la ingeniería moderna. Tanto el pequeño cerro isla como las lagunas de alta montaña son parte del mismo sistema geológico que da forma a la actual región metropolitana, continuidad de quebradas talladas en la roca andina por dos torrentes cordilleranos, el Mapocho y el Maipo. Las obras impulsadas allí por Vicuña Mackenna son el resultado del gesto pionero de industrialización de la naturaleza, metamorfosis acelerada de lugares. Los paisajes así concebidos a mediados de la década de 1870 determinan hoy nuestra percepción y nuestros modos de habitar el valle y mantienen en movimiento ese espejismo del charco, pero también del agua verdadera, cada vez más esquiva.
I al propio tiempo las lluvias, nodriza común de todas esas obras, han desaparecido casi por encanto de nuestra zona, al punto de que hubiera de creerse que obedecen a una razón inversa de las necesidades de irrigación. Miéntras mayor número de tierra de secano se entrega a la reja del arado, menor provisión de las aguas destinada a fertilizarla nos da el cielo. Miéntras mas canales labra en la roca viva la pujanza del hombre, menor número de nevazones, estas lluvias sordas de las cordilleras, nos propicia el invierno, para alimentar los escasos ríos que aquellos sangran en el estío1.
“Formidable desequilibrio” es la expresión que le sirvió al intendente para describir la irregular frecuencia hídrica del valle central y la fuerte sequía que azotó al territorio en los últimos años de la década de 1860. La piedra rebelde, el matorral de secano y el agua escasa y torrencial no correspondían a la expectativas de estabilidad -ni mucho menos, de crecimiento- encarnadas en este hombre que fundaba su esperanza de progreso inspirado en la llamada “revolución verde” que aparentemente alimentaba a las potencias mundiales de la época, imponiendo un régimen de productividad inédito al campo2.
I al decir que se persigue una verdadera propaganda en beneficio del ornato i embellecimiento de las poblaciones, aunque en esto se contrarie una triste si bien arraigada rutina, no hacemos mas que recomendar la ejecución de uno de los principios mas obvios i mas evidentes de la higiene moderna, ciencia casi del todo desconocida en nuestras comunidades subalternas i que se halla apenas en ciernes en la capital misma3.
Alcanzar la mentada estabilidad también requería, desde la perspectiva de alguien como Vicuña Mackenna, la generación de fuerzas que encauzaran o contrastaran las potentes fuerzas de la naturaleza, fuera geológica o humana. Según los principios que animaban a la ideología del progreso, el orden social era una condición para lograr estos avances y la ciudad moderna debía funcionar como una suerte de laboratorio en el que se probaran estrategias de aleccionamiento que acogieran al urbanismo como un proceso uniformador de hábitos e identidades:
El conocimiento experto y la aplicación de soluciones aportadas por la ingeniería eran parte de la fórmula que instalaría al país en la senda del desarrollo global. Es por esto que tanto la expedición al Cajón del Maipo como las intervenciones al cerro Santa Lucía contaron con la participación de notables profesionales de la época, entre ellos, el destacado ingeniero francés Ernesto Ansart, encargado de coordinar todas las obras emprendidas durante la intendencia de Vicuña Mackenna, siendo la canalización del río Mapocho una de las más importantes. Francisco Vidal Gormaz, Víctor Carvallo, Sinforiano Ossa fueron, entre otros, los ingenieros que aportaron con mediciones, planos y obras al traslado de aguas que tanto motivaba al intendente.
Desde la cordillera a los valles y a la ciudad, desde la base del cerro convertido en “maravilla urbana”, hasta las lagunas que decoraban su cima, incluyendo un complejo sistema de regadío y una sorprendente cascada.
La continuidad de estos dos proyectos se evidencia en las empresas editoriales que sirvieron de propaganda para ambos. Como era habitual, Vicuña Mackenna acompañó sus acciones con libros que también fueron, en el campo editorial, pioneros al incluir tecnologías de impresión e imagen inéditas en Chile.
Un número limitado de los ejemplares impresos incluyó fotografías pegadas en cartones, convirtiendo cada volumen en un valioso objeto de colección. En el álbum del Santa Lucía, el texto del intendente se acompaña de las tomas realizadas por el fotógrafo francés Emile Garreaud y miembros de su estudio, en las que se documentan en detalle la transformación del cerro en parque. El libro de la exploración cordillerana incluye el registro visual tomado por el lente del fotógrafo chileno Francisco Luis Rayo, relatos e informes escritos por el propio Vicuña Mackenna y otros miembros de la comitiva exploratoria.
Estas inmensas obras de ingeniería contaron así con su soporte de propaganda, libros que pueden ser leídos hoy como documentos de la relación que los agentes de la cultura moderna instauraron con la naturaleza. Para la segunda mitad del siglo XIX, esta relación concebía obras públicas de gran escala guiadas por los principios del higienismo y la industrialización, asumiendo la naturaleza como una fuente de recursos para alcanzar una estabilidad cifrada en términos de progreso. Conocer estas obras y observar los libros que las inscribieron permite poblar de imágenes al discurso fundacional moderno, basado en la conquista de la naturaleza por la cultura, para repensarlo en los términos que impone nuestra contemporaneidad: crisis de los ciclos hídricos, colapso urbano, privatización de la infraestructura pública. Las imágenes y los textos de estos libros están ahí para reponer la dimensión histórica de los paisajes.