I Atrapamos la tormenta por dentro, una fuerza de caballos ahogándose en el mar. El descenso nos llegó silenciosamente, con la belleza vendada y el supurar del fuego en los ojos. Una noche nuestro velamen cruzó el aire encendido el cielo se adornó de bellísimos signos y figuras. La hinchazón de fuego prendió el barco los tablones se enroscaron imitando el paisaje. Mientras el río se volvía una corriente negra de cenizas gozamos de la lluvia. Los feroces cortes en la panza del cielo, invocando a la tristeza con la boca abierta hacia las nubes. Triste fue la sal de los labios y sentir el brote de líquenes en el cuerpo. Bajo estos aguaceros pasaban los días. II Seguimos el descenso alocado de los coleópteros, todos en tormenta rajándonos las velas. Vejigas infladas nos sostenían sobre el agua haciéndonos duros en la corriente. Corría con tanta furia el río que nos causó pavor. Cuando atrapados en las piedras soltábamos un sólo grito para ensordecer a la vida. Por momentos encarnamos el dolor de los altos cuerpos.
Descenso
Rodrigo Rojas