El proyecto surgió como tal en 2016, cuando formulé una solicitud de financiamiento al Fondo de las Culturas y las Artes, FONDART, del Consejo de la Cultura del Gobierno de Chile. No obstante, desde que llegué a Chile en 1987 me fascinó el sonido constante y omnipresente de las costas marítimas. Las primeras grabaciones en las orillas del mar, y más tarde en la de los múltiples lagos del sur de Chile, las realicé con una casetera china barata, con micrófono incorporado. Obviamente, se escuchó más el funcionamiento de la casetera misma que las olas. Idear un proyecto a través de estos registros tardó más de 25 años, en los cuales la situación económica del país cambió drásticamente. Los múltiples tratados de libre comercio pos dictatoriales con el resto del mundo permitieron el acceso cada vez más conveniente a equipos de audio de un cierto estándar tecnológico. Además, la estabilización de mi propia situación financiera me permitió más frecuentemente viajar a las costas, en partes a miles de kilómetros de distancia.
Pero la formulación del proyecto no se basó exclusivamente en mi “gusto” por este tipo de sonidos. De formación como pintor, mi manera de desarrollar un proyecto implica hacer conexiones nuevas y tener una base de reflexión con potencial de ampliar el proyecto más allá de mis propias intenciones. No me recuerdo exactamente cómo surgió el hecho de entender Sudamérica como una isla. La experiencia vivida de casi 30 años en este continente, me hizo familiar hace tiempo una cierta identificación de lo latinoamericano.
Pero eso no es exactamente lo mismo que el subcontinente Sudamericano, con sus culturas no latinas y con las culturas latinas fuera del subcontinente. Sea como sea, en un momento se me cruzaron las ideas de la isla continental con los sonidos que la rodea. Entender Sudamérica como isla significa desprenderse de su “contenido”, dialécticamente anclado al “continente”. La isla, al contrario, y como menciona Michel Serres1, se define por su orilla, por la delgada franja entre la tierra firme y el agua en movimiento. Y en sentido estricto, no es un paisaje, es una línea (dinámica), un dibujo.
El proyecto “La isla [reconocimiento]” resultó ser un proyecto de arte medial, basado en la contribución y colaboración de los habitantes (y visitantes) de Sudamérica y consiste en tres instancias de experiencia, interacción y construcción estética:
[1] el uso de una aplicación para celulares en zonas geográficas específicas de Sudamérica,
[2] la navegación en una página web en desarrollo constante y
[3] la relación corporal con una instalación visual-sonora en el contexto del arte contemporáneo.
Como cuarta instancia, más bien de reflexión crítica en ves de experiencia, se publicó [4] el libro-catálogo del proyecto.
[1] app
La aplicación para celulares es descargable gratuitamente desde internet. A través de los stores de Apple y Android, se llega a un público interesado en nuevas funciones de su teléfono móvil. La app “La isla reconocimiento” propone un leve cambio en el uso del dispositivo técnico. Con una sola operación, el usuario puede grabar tres minutos de audio con el micrófono interno, generar coordenadas geolocalizadas de esta grabación y enviar los sonidos registrados y datos a la página web del proyecto.
Para participar en el proyecto, el usuario debe grabar los sonidos costeros (olas del mar o de un lago, susurro de la corriente de agua, chapoteo entre rocas, etc.), acercándose lo mejor posible a la fuente, protegiendo el micrófono del viento (p. ej., tapándolo con una prenda de lana) y sin cambiar su posición mientras graba. En caso de que en el lugar de la grabación no haya redes disponibles, la aplicación permite guardar los sonidos y datos en el celular hasta cuando se restablezca la conexión.
Con esta aplicación se utiliza la tecnología comunicacional cotidiana como herramienta para proporcionar experiencia: tres minutos de registro sonoro también son tres minutos de escucha. Con la percepción consciente del agua en su entorno, este entorno costero se transforma en objeto de percepción estética. El autor del registro es parte de este paisaje, su posición frente a la fuente sonora define como el acontecimiento acústico se lo presenta. La experiencia auditiva puede -ojalá- gatillar un proceso de sensibilización hacia la dimensión sonora del mundo.
El dispositivo técnico (el teléfono móvil más la aplicación) construye un documento “archivable” de esta experiencia, relacionando los datos “sonido”, “lugar”, “fecha” y “sujeto de la experiencia”. Al enviar este documento a la página web, se separa la experiencia de la situación singular y permite relacionarla con experiencias de otros. Por lo tanto, el objeto de escucha (el mar en la costa, el lago) cobra relevancia reflexiva: ¿qué distingue a estos lugares geográficos respecto de otros?
[2] web
La página web http://la-islareconocimiento.cl/ con el dibujo del subcontinente sudamericano en permanente actualización es de libre acceso desde cualquier computador. Un clic del usuario encima de los puntos geolocalizados permite escuchar los sonidos y acceder a los datos de grabación proporcionados por sus autores.
En la página web se establecen relaciones geográfico-temporales entre las múltiples experiencias de escucha gracias a un software que construye un mapa a partir de los puntos de grabación sonora georreferencializados y las conexiones lineales que se producen entre ellos. Mientras más sonidos marítimo-costeros hay, más precisa es la configuración del mapa del subcontinente sudamericano. Sin experiencia sonora no hay documento, no hay ubicación en el mapa. Este aspecto construye una diferencia con otros mapas sonoros en internet, donde el sonido está inserto en un mapa preexistente, relacionando el sonido con un lugar geográfico, social, cultural o político. “La isla [reconocimiento]” relaciona primariamente un sonido con otros sonidos, del mismo tipo, pero singularmente diferente. Recién una cierta cantidad de sonidos vecinos permite identificar un lugar geográfico, extrasonoro, significante.
Este mapa visualiza entonces las situaciones de percepción sonora descentralizadas en las cuales una cantidad creciente de co-actores generan y precisan la forma singular del mapa. Funciona también como metáfora de construcción identitaria: “La isla” requiere el “reconocimiento” desde múltiples puntos de escucha para que se parezca a sí misma. Hasta ahora (octubre 2020) hay 480 registro de las costas sudamericanas de más de 60 autores en el mapa.
Una segunda función de la página web consiste en la construcción de un an-archivo2 del proyecto, con sus actividades, su desarrollo y sus alcances a través de links a textos y documentos que rodean, amplían, especifican y relativizan la propuesta estético-conceptual de “La isla”, http://la-isla-reconocimiento.cl/blog/. “La isla [an_archivo]” es parte íntegra del proyecto, como un espacio en permanente movimiento (en este sentido similar como el mapa mismo) y contiene material de reflexión respecto de la singular formación geográfica -la isla– y sus componentes constitutivos: costas, habitantes, las olas, acontecimientos, historia(s), cartografía, etc. Los visitantes del an_archivo pueden contribuir a su contenido mediante el envío de material textual y (audio-)visual.
[3] instalación
La tercera instancia del proyecto tiene formato de instalación visual-sonora en salas de exposiciones3. Esta instancia de exhibición “física”, como un “objeto de arte” en una sala, es otra operación de socialización. El uso de un video wall (multipantalla) como dispositivo de visualización desplaza el mapa generado en internet al ámbito de la producción artística reconocida: el gran formato de la pantalla múltiple requiere un distanciamiento físico y reflexivo, permite contemplación y experiencia estética corporal en relación con la imagen, condición que una pantalla única de un computador no cumple. Del modo casi contrario, la instalación de audio envolvente a través de cuatro canales que reproducen aleatoriamente los sonidos costeros recibidos de los celulares, relaciona el sonido con el cuerpo en movimiento del oyente, eliminando la distancia y lo posiciona “en relación al” sonido (de los otros).
La exposición es la instancia que visibiliza y audibiliza el rol del autor bajo un concepto de creación colaborativa, desplazando el proyecto desde el contexto cotidiano (celular, turismo, internet) al contexto “especial” del arte.
De esta manera, la construcción de sentido por parte del espectador/oyente requiere conocimiento o por lo menos interés previo respecto de la producción artística contemporánea. Por su parte, los dispositivos técnicos adquieren carácter de signo: no es lo mismo interactuar en tiempo real con un mapa cambiante que se muestra en una pantalla, ver un estado off-line de ese mismo mapa o ser espectador de una documentación en formato video. Cada uno de esos soportes origina experiencias estéticas diferentes.
[4] libro
Por último, el catálogo-libro profundiza la posibilidad de reflexión. La publicación del libro con descripción y reflexión crítica de algunos de sus aspectos, y su circulación en lugares no abarcados por la exhibición, constituyen la segunda operación de desplazamiento, esta vez desde lo transitorio/puntual (exhibición) pero potencialmente omnipresente (internet), a lo estable y en circulación (objeto físico del libro). El libro informa sobre la base del proyecto, pero no sobre el estado actual, documenta su estructura, pero no su forma singular.
1 Michel Serres. El parásito (2013)
2 “An_archivos entiendo como una actividad alternativa al archivo. Solamente existen como modi operandi […]. An_archivos se desarrollan en la perspectiva de una lógica de pluralidad y de la riqueza de variedades. Son especialmente aptos de manejar acontecimientos y movimientos, entonces sensaciones basadas en el tiempo. An_archivos no reclaman un liderazgo. No reclaman el conocimiento sobre la verdad, de donde vienen y a donde van las cosas. […] An_archivos son prácticas lúdicas.” Siegfried Zielinsky: “AnArchive”, en Claudia Giannetti, ed. AnArchive(s) (Oldenburg: Edith-Russ-Haus für Medienkunst, 2014), p. 17 (traducción: Rainer Krause).
3 Hasta ahora se ha presentado tres veces el proyecto en salas: en Valparaíso, Santiago y Antofagasta.