Si viajo en el recuerdo, tengo 10 años y voy sentado en el tren transandino. Algunos, al cruzar la cordillera sienten vértigo. Yo prefiero apreciar la altura y las cimas con algo de nieve. El inspector de ese vagón me observa y me invita a tomar mate al compartimento de enfrente. Tiene una pava pequeña tiznada sobre un anafre que se balancea, en que el agua casi hierve. Las ventanillas se bajan lentamente con el vaivén. El inolvidable aroma de la Pampa se mezcla con el mate y se adhiere al cuerpo. Al día siguiente, al atardecer, llegamos a Buenos Aires. La ciudad tiene otro colorido, ya que la primera luz del día no nace aquí sigilosamente detrás de la cordillera, sino que no tan lejos en el mar. Siento el habla de sus habitantes que se modula en su expresión marcada y con un gesto de certeza y desahogo, como se escucha en las letras cantadas por Julio Sosa. Así me llega a los oídos. Bebo el vino con agua. Por primera vez soy un extranjero y para siempre…
27 años después, sobrevuelo de regreso aquel corredor que lleva el nombre de Antoine de Saint Exupery, que como mi padre me contaba, nos traía el correo al continente en su avioneta…
Pido ahora permiso para viajar en la cabina detrás del copiloto, todavía se aprecia la ferrovía al pie de este paso aéreo internacional, pero el tren desapareció…
Una travesía sin regreso. Eso fue el cruce del Atlántico de Buenos Aires a Génova a bordo del Provence-Marseille, un barco para inmigrantes, en su mayoría de Brasil y de Argentina. Algunos huyen de la dictadura en rumbo a Portugal, España e Italia, para iniciar una nueva vida. En los primeros días, al interior del barco, muy pocos se orientan sin marearse. La travesía dura 20 días. A mi padre lo recuerdo tranquilo, para él es su segunda emigración. Yo soy en eso un recién iniciado de apenas 10 años. Varios días sobre el agua del mar observo el horizonte que se anticipa a cada ola y me cuesta creer que es ese el mismo mientras el barco avanza lentamente.
Fue en ese periodo que buscaba una frase o una melodía, como por medio de la arquitectura de la memoria, de manera obstinada, para no olvidar la travesía y sus escalas. A la llegada a Genova, intentaba reunir un par de acordes en una trattoria donde alojábamos rodeados de maletas abiertas, además ya se sabía que ese no era el destino final. El cruce por los Alpes suizos estaba aún por medio, hasta llegar a un pueblo alemán muy pequeño y desconocido con 240 habitantes, Pohl, (Hoy “Pfahl”, que significa “poste”, aludiendo a uno de los límites fronterizos del imperio romano), cerca del Rin. En ese tiempo, ahí en el campo, caminaba en un ritmo de acordes reiterativos, intentando memorizar el viaje. Más tarde en mi primera visita como traductor en la oscura ciudad de Halle en la exRDA, ennegrecida en la década del 80, por el empleo doméstico del carbón y su histórica producción de sal, se vuelcan a mi memoria por los elementos del mar y por medio del contraste formal del blanco y negro de la escritura, palabras que se rezuman en Marma.
MARMA* Las palabras se tropiezan los hechos te abandonan todo se despide de ti como en un juego de manos. ¿Qué ves cuando miras a lo lejos? Son los caprichos de la luz ante el sol que te distraen. El sol penetra por los vitrales de Chartres y el coro sostiene a la mujer que nada recostada sobre el altar, anegada y confundida entre chirridos de sierras. Ella se despide nuevamente de ti. Sus manos blancas llenas de sal aprietan tus labios. Calado amaneces en Halle: negra ciudad submarina, hundida en el Saale. Tu tarea, es enseñarles a los peces a nadar en la oscuridad. Despréndete de tu marma. Desmármate de tus espigas antes de que te canses en el fuego. Sin marma tienes la fe necesaria para desembocar en las nieves del mar. Tus palabras se enredan los hechos se disipan se despiden en ti tus fuerzas raras. Así buscas la ronda para prescindir de tu único rostro.
*Marma: Los antiguos de este pueblo homónimo, basados en su fe sostenían que al hombre le era imposible reconocer su verdadera individualidad si no abandonaba su lugar natal. Ellos no conocían la tinta. Ante sus ojos el agua les parecía ser siempre incolora. Así teñían sus ropas con su propia sangre.
Se les adjudicó inicialmente una cultura oral, hasta hallar parcos escritos con amplios márgenes. Algunos científicos sostienen que, por razones atmosféricas, debió producirse a través de los siglos, una paulatina disolución de la sangría en los bordes.
Los habitantes de Marma no conocían la guerra y los pueblos vecinos les tenían gran respeto. Les envidiaban, eso sí, por sus aguas claras. Un día fueron sorprendidos y avasallados sin quedar restos humanos, fuera de las aguas que desde aquel tiempo se convirtieron en tinta… Vertiente de nuestra escritura.
MARMA* Verhaspeln sich die Worte entfliehen dir die Taten alles von dir verabschiedet sich wie bei einem Taschenspielertrick. Was siehst du, wenn Du in die Ferne blickst? Das verspielte Licht gegen die Sonne, das sich zerstreut. Das Sonnenlicht dringt durch die Vitraux von Chartres und der Chor hält die Frau, liegend über dem Altar in der Schwebe benetzt und verwirrt zwischen kreischenden Sägen. Von Neuem verabschiedet sie sich von dir. Ihre weißen Hände voller Salz verschließen deine Lippen. Klamm erwachst du in Halle, Stadt unter Wasser, in der Saale versunken. Es ist dein Gebot den Fischen im Dunkeln das Schwimmen zu lehren. Löse dich von deinem Marma. Entmarme dich von deinen Ähren bevor du im Feuer ermattest. Ohne Marma hast du den nötigen Glauben in das Weiße des Meeres zu münden. Deine Worte verwirren sich deine Taten entschwinden in dir verabschieden sich deine seltenen Kräfte. So suchst du den Reigen und entbehrst dein einziges Antlitz.