Francisca Márquez, antropóloga y Margarita Reyes, arquitecta paisajista, han trabajado en los últimos años en las ruinas de la ciudad de Santiago observando y clasificando la vegetación ruderal que crece entre las fisuras y los escombros.
A través de la elaboración de herbarios han trabajado en caracterizar esta vegetación, el paisaje, las memorias, afectos, topofilias y conmemoraciones que allí se crean entre quienes habitan y visitan estos lugares derruidos. A través de los herbarios buscan generar diálogos entre las plantas, las prácticas y las memorias que se tejen en contextos urbanos fuertemente dañados.
El término “ruderal”, del latín ruderis, “escombro”, es un término genérico utilizado para referirse a plantas, generalmente hierbas anuales, que crecen de forma espontánea en zonas perturbadas por la acción del ser humano, sin estar cultivadas por él: pavimento, lugares devastados, líneas de tren, sitios industriales, entre otros. Es la vegetación cicatrizadora que nace de la mano de la ocupación humana y no humana como resistencia porfiada y sanadora en territorios de escombros y muros agrietados, para invitarnos a leerlos ya no como material pasivo, inerte, sino para descubrir en ellos la vida que la agencia. La vegetación ruderal nos abre paso a una lectura ecológica del material del abandono, en los términos de Bettina Stoetzer (2018). A través de este lente de la ecología ruderal, podemos descubrir paisajes que se hacen con y gracias a la ruina y el escombro; pero también una vegetación que porta o agencia memorias y significados. Lo ruderal, entonces, no es el intruso, la maleza molesta, sino la posibilidad de regeneración a veces radical de la naturaleza. La vegetación ruderal que cubre los territorios y la arquitectura derruida puede por tanto transformarse en un agente de resistencia y creación de lo que Gilles Clement (2004) denominará el “tercer paisaje”, de nuestra era del antropoceno, como aquellos lugares de refugio para la diversidad. En definitiva, provienen de los espacios residuales que el ser humano genera al ir restando espacio a la naturaleza.
La vegetación ruderal nos recuerda que la historia no termina con los escombros ni con el artefacto derruido y fetichizado en ruinas por la mano de los agentes de la conservación y restauración. Muy por el contrario, la vegetación-maleza en su espontaneidad y crecimiento desde los bordes, habla de resistencia y de afectos por el lugar. La vegetación ruderal invita entonces a leer el proceso de ruinificación como un proceso activo y orientador de las prácticas culturales. Tal como ocurre con la flor que las mujeres cortan para enredar y adornar la cruz de óxido, o los yuyos que los pobladores cortaban de los sitios eriazos para alimentarse en los tiempos de hambruna y dictadura. Lo ruderal es entonces un punto de partida, que abre posibilidades insospechadas al uso del borde, del escombro y de la ruina; invitando incluso a la resignificación de los espacios públicos, privados y también patrimoniales. Lo ruderal es el lente que abre a los procesos de análisis y comprensión del abandono y la contaminación, pero sobre todo la comprensión de las complejidades que envuelven la interacción entre lo humano y lo no-humano, en los términos de Tim Ingold (2018). Como vecinos no deseados, la vegetación ruderal habita y atraviesa los paisajes domesticados y arruinados que conforman el planeta de hoy.
EL PATIO 29
Desde septiembre de 1973 hasta enero de 1974, los militares utilizaron este patio de forma clandestina para sepultar como NN (Nomen Nescio en latín, Nombre Desconocido en español) a víctimas de la dictadura y a personas de escasos recursos económicos que fallecían en la vía pública y en instituciones públicas.
En 1979 un trabajador del cementerio acudió a la Vicaría de la Solidaridad para denunciar la inhumación de cientos de cadáveres en el Patio 29. Tras el regreso de la democracia, en agosto de 1990, la Vicaría de la Solidaridad presentó una querella por inhumación ilegal en el Patio 29. Tras un largo proceso, el 22 de agosto de 1991 se tramita la causa rol N° 449191 en el 22º Juzgado del Crimen de Santiago, entidad que hasta el día de hoy lleva la causa.
En septiembre de 1991, el Grupo de Antropología Forense (GAF) exhumó 107 sepulturas que tenían en sus cruces la denominación NN, hallando 126 cuerpos. Entre los años 1992 y 2002 los restos fueron llevados a la Unidad de Identificación del Servicio Médico Legal (SML), período en que se logró identificar 96 cuerpos. El año 1994, en medio de las pericias de identificación, un grupo de expertos expresó sus dudas respecto a las pericias realizadas por el Servicio Médico Legal, cuestionándose la veracidad de las identidades individualizadas. Ante esta situación el juez Sergio Muñoz ordenó la segunda exhumación de los restos. Estos fueron enviados al Servicio Médico Legal, que en abril del año 2006 entregó su lapidario informe: de las 96 identidades entregadas, se confirmó que 48 estaban erróneamente individualizadas y en 37 existían dudas. En julio de 2006, el Patio 29 fue declarado Monumento Nacional en la categoría de Monumento Histórico por el Consejo de Monumentos Nacionales, transformando el lugar en un memorial.
EL HERBARIO DEL PATIO 29
Un herbario es una colección de plantas, debidamente deshidratadas, correctamente identificadas y etiquetadas, que registran y constatan la existencia de una especie en un lugar. Al modo de una biblioteca de plantas, proporciona información botánica para comparar o confirmar la identidad de una especie (Reyes, 2023).
Los pasos para hacer un herbario son:
1. Colecta del material vegetal. El primer paso para la confección de un herbario es la recolección de las plantas en el lugar y su identificación, que puede ser inmediata según los conocimientos del recolector o hacerse después en gabinete. Esta labor requiere de un andar lento para cada tanto detenerse y tomar la planta o un fragmento de ella. Cada muestra debe, idealmente, contener flores o frutos.
2. Herborización del material. Se fabrica una prensa con cartón corrugado, hojas de periódico, dos tapas de madera delgada, cholguán o el mismo cartón y un cordel para amarrarla. Sobre el primer cartón se pone una hoja de periódico, luego la planta, después otra hoja de periódico, nuevamente un cartón, y así sucesivamente.
3. Montaje. Una vez que las plantas están deshidratadas, se montan sobre cartón forrado o cartulina gruesa blanca, y con tiras de papel engomadas o hilo y aguja, se fijan al cartón. En el extremo inferior derecho de la cartulina se debe pegar una etiqueta de papel que contenga: el nombre científico y común de la planta; la familia botánica; la localidad de colección; algunas características notables que no se puedan observar en la muestra (color de las flores, tamaño, etc); la fecha de colección; el nombre de las o los colectores y de quién o quiénes hicieron la identificación.
Además, según el objetivo que tenga un herbario, se pueden agregar otras informaciones, como por ejemplo el origen geográfico, la distribución o los usos que tenga determinada especie. En el caso de este herbario se recurrió a la bibliografía especializada para obtener la información de cada especie, no obstante, es muy interesante, integrar otras fuentes de conocimiento como la tradición oral.
Los diferentes momentos de la elaboración del herbario implican una forma de acercarse a las plantas, delicada y calma y, por lo tanto, una disposición sensible y de escucha hacia ellas y al lugar de donde son tomadas. Es tal vez esta disposición sensible, la que genera una cierta empatía y comprensión de su condición de ser vivo, que también ve y escucha, y que permite comenzar a mirar desde los ojos de la planta, así como abrirnos a que el lugar se haga paisaje y se devele con sus códigos y estéticas.
Tomar estos fragmentos de aquella vida, que ha sido capaz de crecer en la ruina o que ha sobrevivido al abandono, evidencia a la planta en su condición de sujeto y testigo, amoroso y conmovedor, capaz de agenciar emociones, pensamientos o recuerdos.
LAS ESPECIES DEL PATIO 29
Las especies registradas en el área del Patio 29 fueron 29. De éstas, la mayoría correspondieron a especies alóctonas (24), de las que tan sólo 4 eran cultivadas y 20 asilvestradas, es decir, que crecen de manera espontánea en el sitio. Estas plantas ruderales, comúnmente llamadas “malezas”, son las que más abundan en el sitio.
Las especies nativas fueron en su mayoría árboles que han sido plantados recientemente en los bordes de los patios, como por ejemplo Maytenus boaria “maitén”, Beilschmiedia miersii “belloto del norte” y Quillaja saponaria “quillay; los dos últimos, árboles son endémicos de Chile. Este tipo de especies vienen utilizándose en el último tiempo en zonas urbanas, debido a su menor requerimiento hídrico y como una forma de incrementar la biodiversidad y potenciar la identidad del paisaje. Además, se encontró una hierba anual nativa Bromus berteroanus “pasto largo” y una hierba perenne Dichondra sericea “oreja de ratón”.
Las poquitas especies cultivadas encontradas fueron Allium neapolitanum “lágrimas de la virgen”, hierba perenne de tipo ornamental; Drosanthemum floribundum, “drosantemo”, una hierba perenne suculenta, también de carácter ornamental, y un arbusto pequeño, Ruta graveolens “ruda”, a la que, tradicionalmente, se le atribuye un uso mágico, medicinal y comestible.
Según la bibliografía especializada, la mayoría de las especies encontradas presentan usos culturales. Entre dichos usos, predominaron las propiedades comestibles y medicinales.
En las épocas más lluviosas de primavera y primavera-verano, el Patio 29 se tiñe de verde y flores silvestres, mientras que en verano y otoño exhibe las tonalidades propias de la vegetación que se encuentra seca. En él, junto a las cariñosas flores tejidas por los deudos, abundan residuos y desmembramientos de los cimientos de las tumbas y de las cruces, entregando un desolador escenario a quien transita por su exterior.